QUÉ SIENTO CUANDO VEO UN AMANECER
¿Cómo expresar la belleza del momento?
Dudo que haya un conjunto de palabras para hacer sentir a nuestros lectores las
sensaciones que nos puede llegar a producir tal evento y cómo ese momento se
queda grabado en nuestra retina de por vida. Lo extraño es que todos en algún
momento determinado hemos visto algún que otro amanecer, pero nadie valora ese
ritual con el que la naturaleza nos obsequia todos los días del año. Es algo
mágico, diría yo, pero también es cierto que si la mayoría de nosotros
sacáramos a pasear más a menudo nuestra parte más sensible y espiritual, tal
vez seríamos capaces de disfrutar con algo único, espectacular y totalmente
gratuito, lo cual es raro hoy en día, para los tiempos que corren.
Cuando levantas la mirada hacia ese
amanecer, no puedes dejar de sentirte pequeño y maravillado ante tal visión.
Admirando cómo emerger del basto horizonte esa esfera, saliendo con un juego de
luces y sombras que se entremezclan, haciendo que parezca un espectáculo de un
importante musical, quedando nuestras miradas anonadadas observando cómo
despuntan los primero rayos de luz blanca y pura, casi cegadora, sobre el
horizonte, emergiendo en su subida. Sus tonos cambian de color, yendo del
naranja al amarillo más claro, para terminar viendo cómo esa esfera radiante va
iluminado a su paso la oscuridad que ha reinado durante ocho, nueve o diez
horas y cómo se va desprendiendo en su ascenso de ese camisón degradado de
tonos anaranjados y rojizo, cual rey que se eleva en su trono. Un abanico de
colores rosados y violáceos se forma a su alrededor, mientras majestuoso,
emerge de su lecho donde ha reposado mientras su compañera, la luna, hace su guardia.
Independientemente del sitio donde se
vea, tanto en el mar como en la tierra, este espectáculo es algo que sobrecoge
en la mayoría de los casos, dejando muda a su audiencia, y es en esos momentos
de silencio sordo cuando te embebes de la belleza del momento. Abstraído, ves
cómo el poderos astro coge su lenta ascensión hacia el cielo, disfrutando de
los distintos tonos de luces que surgen y se entremezcla en el proceso, como si
de un baile se tratara. Desde el mar, no podemos dejar de admirar cómo el agua
varía su color en el proceso, despertando con ello al nuevo día, llenando de
luz nuestro mundo.
Pero lo más inquietante y tal vez difícil de
describir son las sensaciones que nos hace sentir a los seres humanos. Aunque
el espectáculo es igual para todos aquellos que han visto un amanecer, no todos
lo perciben de la misma manera. Un alma sensible vera el renacer de este astro
como algo espectacular, algo que le llena de energía, algo que traspasa su
alma, inundando cada molécula con su luz para llegar a ser bañado en esa
energía apabullante que recorre todas las terminaciones nerviosas del cuerpo,
llenándolas con tal fuerza que sientes que puedes volar. Puedes percibir cómo
tu espíritu entra en conexión con esa luz que desprende tal potencia que en ese
momento eres capaz de enfrentarte a todo lo que te venga, porque la luz de tu
interior es la del mismo astro que tienes en el cielo. Puedes llegar a sentir
que tal luz te trasporta, y eleva cada célula de tu cuerpo, liberándote del
peso para convertirte en energía. Una energía que fluye alrededor de esa
magnífica esfera que todos los días, puntualmente, hace su aparición para
calentar nuestros cuerpos, pero también nuestras almas.
Solo me queda recordarles que:
“CADA AMANECER LLENE DE LUZ
SUS VIDAS”